miércoles, 22 de noviembre de 2006

ALEGATO POR EL DESAMOR DE LA CUIDADORA

ALEGATO POR EL DESAMOR DE LA CUIDADORA

Psic. Victor Guerra
[1]

¿Que recibe una cuidadora cuando llega un bebe al jardin?. A la manera de S. Fraiberg podríamos decir que recibe no solo debe hacer lugar a un ser a cuidar y educar, sino que recibe, aloja, y es habitada por una seria de fantasmas que rodean el universo del bebe.
Un bebe en un jardín no representa solamente el inicio de una vida, sino que también siempre es el punto de encuentro , de cruce, (a veces mas o menos violento) de un conjunto de fantasías, anhelos, expectativas que lo acompañan. Los fantasmas y las expectativas de la madre, se saludan (o se chocan) con los fantasmas y expectativas de la cuidadora y de la Institución.
Peculiar forma de encuentro, que nos advierte de la complejidad de la constitución subjetiva y del necesario entrecruzamiento de historias, actos, miradas, gestos que van conformando el hilo con que se arma el tejido de los vinculos humanos.
Es que,¿ se puede cuidar de un bebe sin pasar por diferentes tiempos y climas mentales?. Pienso que no. La tarea del cuidado del bebe exige del adulto una disposición muy especial en la comunicación, mediada por la empatía y por la puesta en acto de sistemas comunicativos primarios y no verbales. Esto implica sumergirnos en climas afectivos remotos, que diseñan, pintan escenarios que nos conformaron y permanecieron sepultados en el silencio de los tiempos primigenios.


EL BEBE METEREÒLOGO Y LOS CLIMAS EMOCIONALES

El bebe ha sido definido desde múltIples perspectivas. B Golse lo señala como historiador, poeta, filosofo, etc. Yo no se si el bebe es eso, lo que si se es que el bebe es una de las mas hermosas y terribles pantallas de proyección de la experiencia afectiva humana .En este sentido quiero aportar y jugar con la idea de que además el bebe puede ser, necesita ser un buen “metereólogo”. Un especialista en el clima, pero en el clima afectivo marcado por el deseo de quien le cuida. Es que el bebe esta expuesto a diferentes tormentas emocionales, debe luchar con sus propios impulsos y con sus propias angustias y depende absolutamente de los avatares de quien lo toma como objeto de cuidado.
¿Pero se puede cuidar a un bebe sin recurrir a la experiencia de uno como bebe?. Sabemos que no. De alguna manera el cuidado del bebe es siempre parte de un diálogo imaginario. Diálogo entre el bebe que tenemos en los brazos y el bebe que fuimos o creimos ser.
Al decir esto nos referimos al conjuntos de experiencias arcaicas que conformaron nuestro self y que no quedaron perimidas, sino que se rectualizan permanentemente. Experiencias arcaicas que condensan paisajes interactivos, envueltos en diferentes climas emocionales.
Y es en la envoltura de esta trama que tiene lugar la funciòn y acciòn especifica de la cuidadora.

En este trabajo pretendo describir algunos aspectos sobre las angustias (tormentas emocionales) a las que esta expuesta una maestra cuando cuida de un bebe
[2].
Pero antes de entrar en ese tema quiero dedicar algunas palabras a la funciòn del jardin en relaciòn a un bebe y sus padres. Hace años escribimos que la funciòn del jardin era la de acompañar el desarrollo del bebe y de la parentalidad
[3]. Hoy ampliaría el concepto con la idea de un espacio para la subjetivación, para la construcción de nuevas subjetivaciones, que abarca tanto al bebe como a la familia.
Si pensamos en la experiencia emocional del bebe con relación a los espacios intersubjetivos, podrìamos decir que un bebe que concurre diariamente a un Jardin un alto promedio de horas, reparte el tiempo de su vida dentro de esos dos espacios: la casa y el jardin. Espacios que cofiguran diferentes climas emocionales.
Quiero seguir explorando la idea del bebe y su capacidad para percibir los cambios en las “atmòsferas emocionales” que lo circundan. Creo que el bebe frente al manejo de las emociones, se siente de la misma manera que nos sentimos nosotros adultos frente al cambio del clima. Podemos tomar ciertos recaudos frente a la temperatura ambiente, pero hay algo que igual se nos escapa, por momentos podemos ser sorprendidos por una lluvia o temporal mas o menos imprevisto o regocijarnos con una jornada soleada que nos insufla de vida y esperanza.
El cambio del clima podremos padecerlo o disfrutarlo, pero no podemos controlarlo. Creo que ésto puede ser una imagen válida para metaforizar lo que puede ocasionar en el bebe la experiencia de las emociones que irrumpen en su self en formación. Siendo por momentos precaria la distinciòn entre el adentro y al afuera, la tensión emocional que puede vivenciar una cuidadora angustiada o distante ante un bebe, atraviesa la frontera de su cuerpo y es recepcionada por él, sintiéndola como propia, a la manera de un viento que abre las “ventanas” de su cuerpo y se apropia de su espacio modificando el clima y el paisaje interior.
Es por ello que es de suma importancia no solo el cuidado personal empàtico que pueda realizar una cuidadora de ese bebe en particular, sino tener en cuenta que toda la instituciòn es en sí misma una productora activa de los climas emocionales que envuelven al bebe. Asi existiría un aparato psíquico grupal-institucional que funciona como continente y piel, que envuelve las emociones primarias desplegadas en el escenario de los paisajes relacionales.

Podrìa decir en forma resumida que dicho continente grupal lo configurarían algunos puntos: 1) una representaciòn comùn en relación a los cuidados del bebe y a la recepciòn de la familia y sus ansiedades
[4],2) las modalidades de comunicación establecidas desde el mundo adulto hacia el bebe, 3) la permeabilidad-maleabilidad entre los movimientos progresivos-regresivos del bebe, 4) cierta forma de coherencia en cuanto a las característica de la intensidad y de las modalidades ritmicas de las interacciones afectivas.

Asimismo es de especial importancia reconocer las potencialidades del bebe para captar sobre todo los niveles de intensidad afectiva que acompañan las interacciones con el otro adulto. D.Stern en diferentes trabajos, metaforiza la relación madre-bebe como una danza o como la ejecución de una sinfonía que apela a diferentes instrumentos, destacando hay una sensibilidad especial en ambos intérpretes para captar las afinidad conque se ejecuta la “melodía interactiva”.
Todo esto que vengo señalando configura lo que puede ser la versión “ideal” que todos necesitamos construir de la relaciòn madre-bebe. Pero sabemos que no siempre la madre del artìculo o del libro coincide con la madre lectora, ni con la cuidadora desbordada por tener que cuidar a un grupo de bebes.Tanto una como otra afinan y desafinan como pueden, y reescriben sus partituras con el lápiz invisible de su deseo y de sus conflictos. Siendo esta una escritura temblorosa, que por momentos se escapa de los renglones y mira a la distancia a las palabras brillantes y a veces arrogantes de los libros de consulta especializada.


ANGUSTIAS DE LA CUIDADORA

Volviendo entonces a la cuidadora y su tarea, creo que cuando puede poner en juego su sensibilidad, ella puede registrar intuitivamente esta capacidad del bebe y puede muchas veces tomar ciertas manifestaciones de displacer como una angustia que la increpa. Basta con concurrir y experimentar lo difiicil que puede ser “sobrevivir” a la experiencia de un bebe cuando recién ingresa al jardin y es tomado por una intensa angustia de separaciòn. Emergen frases tanto de ternura como de desborde: “este bebe te taladra los oidos..., ya no se mas que hacer, sigue llorando....no se que le pasa...no quiere nada conmigo...”.
Y otro tanto puede acontecer desde el ángulo de la relación con la madre, sobre todo cuando esta ultima se muestra desconfiada y distante.
Tanto como el bebe y su madre, ella se encuentra expuesta a diferentes tormentas emocionales.
Creo que podrìamos englobar las angustias de la cuidadora en tres ejes que se interrelacionan:

- 1) en relación al bebe por vía de una identificación regresiva, ella misma reexperimenta las agonìas primitivas, las angustias de separación y parte del naufragio del yo ante las tormentas pulsionales.
- 2) en relación a la madre puede reexperimentar angustias en relación a la envidia de las potencialidades maternas, celos y la exclusión edipica.
- 3) en la construcciòn del clima institucional que implica cierto grado de pèrdida de su individualidad

Para sobrellevar estas angustias he observado que pueden apelar o mas bien verse conducidas a emplear diferentes formas de defensa
[5]:


- 1) Evitamiento del contacto emocional.
- 2) Funcionamiento operatorio.(“depósito” en el grupo)
- 3) Frialdad y atonìa afectiva.
- 4) Rechazo y proyección negativa, identificando al bebe con una parte repudiada de si misma o de la madre. y muy unido a este ultimo punto: la representación del bebe como “mañero”, dominador tiránico del adulto. Bajo la denominación de “el bebe tiene mañas”, encontramos a veces la idea de que la madre malcría al bebe. Que èsta se quedaría con lo bueno del bebe, ya que por ej, en el fin de semana lo satisface desmedidamente y es la maestra quien debe pagar las consecuencias, debiendo tolerar los desbordes y exigencias de un bebe que es vivido como excesivamente demandante.
- 5) Clivaje hacia lo progresivo (no tolera el cuidado de “lo regresivo” y del contacto con “lo informe”),. En este clivaje se observa una especial valoración de las señales que marquen la autonomía del bebe y el avance en los motriz y en lo cognitivo, señales claras de autonomia y prescindencia del contacto.
- 6) La apropiación del bebe como parte ideal de si misma, y la rivalidad directa o indirecta con la madre .


LA SEPARACIÓN Y EL DESAMOR

De esta serie de posibles reacciones de la maestra en relación al bebe y su madre, quiero jerarquizar que de una forma u otra todas conllevan el riesgo de una investidura negativa del pequeño. Riesgo sin embargo necesario ya que forman parte del tránsito necesario del cuidado psíquico de un bebe y su flia.
Winnicott. decía que no hay bebe sin madre y sabemos decir que asi como no hay madre sin bebe, no puede haber de parte de una cuidadora amor hacia un bebe sin la posibilidad de vivenciar e integrar el desamor.
Podemos entender al “desamor” como una forma de desinvestidura, propia de la pérdida del objeto. El prefijo des, instaura un aspecto negativo, pero seguido de la palabra amor, configura una diferencia con el rechazo o el odio. En la dialéctica pulsional, el des amor da cuenta del interjuego de la intrincación pulsional, ya que lo negativo va de la mano de lo positivo, siendo las dos caras de la misma moneda. Y podríamos pensar que el prefijo “des”, puede funcionar como capa protectora que oculta al amor pulsante, temeroso de expresarse a flor de piel
[6]..
Es que la cuidadora vive la alternancia día tras día, de cuidar del bebe “como si fuera la madre”, a pasar al momento de la separación en la que él retorna al cuidado materno y ella debe dejar su función en suspenso. A veces es con alivio, otras veces es con cierto dolor. Por ello resulta fundamental trabajar en el dispositivo institucional de cuidar a la cuidadora, los momentos separación y encuentro de ella con la madre.
Es un momento de unión y separación, de encuentro y desencuentro, de apertura en la cual se narra aunque sea brevemente algo de lo acontecido y de cierre de un vinculo. Restitución de lugares simbólicos, donde uno de los polos necesariamente debe quedar vacío. En mi experiencia es un o de los momentos mas sensibles del día tanto para la cuidadora como para la madre.
Entre los múltiples motivos que lo condicionan, aquí querría pensar brevemente esto en relación al par presencia-ausencia y al vacío.

Suponemos que la madre en ausencia de contacto con su bebe queda habitada por sus deseos y sus representaciones sobre el destino del cuidado del hijo. Al reencontarse con él, al final de la jornada, el vacío de la ausencia deviene (en el mejor de los casos) presencia gozosa. Es momento de transmisión, por parte de la cuidadora, del “dia “ del bebe, y es un momento clave donde la madre necesita sentirse liberada de la culpa que le genera su ausencia de contacto con su pequeño. Es por ello que muchas veces ella misma se torna controladora , exigente y desconfiada del cuidado de su hijo. Coloca en la cuidadora sus dudas, temores y rechazos.Y este momento conflictivo puede hacer eco en la cuidadora, que en el momento de la separación, aspira a un mínimo reconocimiento de su entrega. Si se siente tratada con “desamor”, desinvestida, se puede anticipar el duelo del futuro, en el que el in-fans, se irá y no la reconocerá. Fantasma que se expresa a veces con la frase: “pensar que una lo cuida, le aguanta tanto cosa, y él ni se va acordar de mi”.

Esto lleva a que es inevitablemente necesario que la cuidadora mantenga en el espacio mental de la relación con el bebe, un margen de desamor. De cierto grado de distancia que oficie como dique tanto a su deseo de apropiación de él, como de recurso interno para amortiguar y anticipar el duelo que advendrá en el futuro: el vacío de la ausencia del bebe cuando deje el Sector maternal, para pasar a otro grupo, o a otra institución.

Las funciones maternas ya sea que las cumpla la madre o la cuidadora son siempre receptáculo de los ideales narcisistas que todo bebe convoca. Es entre otras cosas un recurso del psiquismo ante la violencia que implica cuidar de un in-fans. También es parte de un riesgo, el riesgo de las idealizaciones y las rigideces conceptuales que se amparan bajo la excusa: “para el bebe todo lo mejor, la mejor estimulación, porque es uno de los periodos mas importantes de la vida”.
Esta idea de “para el bebe todo lo mejor”, si bien conlleva una suerte de ilusión de completud, debe dar paso a la idea de un “cuidado suficientemente bueno” o imperfecto, que tolere las fallas, terreno de acciòn del ideal del yo, y no del yo ideal narcisista e indiferenciado.
Los aspectos de un ideal mas realista que narcisista, pueden ser articulados también con el par amor-desamor y con una postura que lejos de “clasificar” nos habilite a pensar de otra manera el devenir paradojal de los paisajes interactivos y sus diferentes climas emocionales.
Es por ello que ciertas actitudes provenientes de la experiencia del “desamor” no deben ser interpretadas como “señal de falla o patología” de la maestra, tal cual yo lo creìa hace algunos años.
Tal vez ahora pueda comprender porqué este escrito tomó en mi la forma de un alegato………un alegato por el desamor de la cuidadora.

[1] Psicoanalista A.P.U. Uruguay. Email: vguerra@internet.com.uy. Trabajo presentado en la VIII Semana del Bebe. Canela.
[2] Me baso para ello en la experiencia de trabajo de 18 años en el Jardìn de Infantes: “Maternalito”,dirigido por la A.S. Sara Lopez .
[3] “Comenzando los vinculos: los bebes, sus Papàs y el Jardin Maternal”. A. Cardozo, V. Guerra, S. Lopez. Ed. Roca Viva.1994.
[4] Y tomando los aportes de J. Vammos incluiríamos la confiabilidad en la actividad espontánea del bebe y su potencialidad de construir por sí mismo una experiencia psíquica.
[5] En algunos de estos puntos tomè como inspiraciòn el trabajo de S. Fraiberg (1981)“Mecanisme de defense pathologiques au cours de la petite enfance”.
[6]Y jugando con los significantes podría pasar a ser en vez de un DESAMOR, un AMORDES-medido

No hay comentarios: